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Crónica de la primera piedra del ingenio la palmilla

En el año de 1866 la congregación de palmillas contaba con 362 habitantes, y se halla situada a la margen izquierda del río de bobos.


Tiempo es ya de tributar al señor Martínez de la torre, los elogios que merecen su empeño desinteresado y su anhelante deseo por desarrollar en aquella rica y feraz comarca, todos los elementos de prosperidad de que es susceptible.

cierto es que en ella tiene su magnífica y extensa finca de campo, pero es de advertir que ahora se trata de los beneficios que su propietario derrama entre todos los habitantes de la zona, sin excepción de clases ni distinción de nacionalidades.


Todos éstos atestiguan con su gratitud, que el señor Martínez de la Torre no ha procurado sólo el engrandecimiento de su hacienda, sino que ha promovido y puesto los medios para  lograr el bienestar de las congregaciones que ocupan sus terrenos, y aun de las poblaciones que pertenecen a otra fracción política del estado de Veracruz.
Si todos los propietarios de fincas rústicas, a ejemplo del señor Martínez de la torre, promovieran iguales ventajas, el país todo caminaría a pasos de gigante a su engrandecimiento, puesto que al poner los medios para su propia prosperidad, procurarían, como buenos ciudadanos, la principal y de mayores trascendencias, como es la de la nación entera.

Las ricas tierras que comprende la congregación de palmillas son esencialmente azucareras, y poseen las ventajas de poder ser regadas por las aguas del río de bobos, y por consiguiente susceptibles de sacar de ellas óptimos frutos. así lo comprendió el señor Martínez de la torre, y al efecto, por su orden, se han hecho ya las debidas plantaciones de caña, se ha levantado la casa del director y puesto los cimientos para las oficinas correspondientes, debiendo elaborarse la azúcar por los mejores y más nuevos procedimientos.

Primera piedra del ingenio Tlapacoyan

Nunca he presenciado mayor alegría y entusiasmo, como el que manifestaron todos los individuos que del jobo, del cañizo, de paso de novillos y del pital, concurrieron a la colocación de la primera piedra. aquella ceremonia fue una verdadera fiesta, en que el regocijo no conoció límites.

todos comprendían que aquel acto significaba el principio de una nueva era de prosperidad, y todos en sus semblantes revelaban el regocijo que los animaba. bajo una preciosa enramada, en la casa del director, y en medio de los trofeos formados con instrumentos de labranza y cañas de azúcar, los concurrentes confundían sus entusiastas brindis y sus palabras nacidas de su expansivo corazón, con el murmullo gratísimo del río que bañaba la base de aquella sala campestre.

si hago mérito en este artículo de las conmovedoras palabras que el señor martínez de la torre dirigía a los concurrentes, y de las que en cambio de ellas recibía, no se tenga por impropia una sensibilidad nacida, por efecto de las circunstancias, de una acción noble.

Cuando brotan lágrimas de los ojos de varones que, como los habitantes de aquellas regiones, demuestran su fortaleza en los rudos trabajos del campo, bajo clima tan riguroso, y cuando en ellos se observa una lucha sostenida entre la fuerza viril y el sentimiento, no puede menos que comprenderse que en sus pechos late un corazón no pervertido.

lágrimas así vertidas son hijas de una acción moral, que enaltecen al hombre en cuyos ojos asoman.

concluida la ceremonia de la colocación de la  primera piedra, el virtuoso cura de Tlapacoyan, presbítero don Manuel de la villa, allí presente, bendijo el principio de las obras, según sus deseos manifestados antes, dirigiendo una alocución a los concurrentes, y el señor Sánchez Facio improvisó un elocuente discurso dirigido al señor Martínez de la torre a nombre de la autoridad municipal de aquella misma población.

acta que se levantó con motivo de la primera piedra que daría pie al ingenio Tlapacoyan

levantó una acta como término de la fiesta, redactada por mi amigo Sánchez Facio y firmada por duplicado por todos los presentes, a fin de que un ejemplar quedase en poder del mismo señor Martínez de la torre y el otro depositado en la primera piedra.

el acta a que me refiero es del tenor siguiente:

Acta

«en el año de 1866 este lugar era montuoso y despoblado. durante la administración del señor don roque Salazar se hizo el desmonte y la limpia, y el aspecto risueño y pintoresco que hoy presenta, es debido a su cuidado y al impulso que ha querido dar a la finca su propietario, para quien es un bien querido al que están ligados los recuerdos tiernísimos de la familia.

»hoy, en medio de una fiesta sencilla, se ha colocado la primera piedra de esta fábrica que dará a estas comarcas, privilegiadísimas por la naturaleza, la vida del comercio, siendo el asilo donde encuentre el obrero un trabajo que proporcione a su familia el pan y la tranquilidad.

 los que suscribimos, testigos presenciales de esta ceremonia, solemne en medio de su sencillez, llenos de fe en el porvenir, hacemos votos por la prosperidad de este establecimiento, y porque la generación que encuentre este escrito no deba su descubrimiento a la investigación de ruinas causadas por el soplo destructor de las revoluciones, sino a una nueva empresa de mayor magnitud, que siendo la continuación de la presente, perpetúe la voluntad de su fundador al construir este templo del trabajo.


»Apadrinando este acto el súbdito español don Vicente llaguno, y asistiendo a él el digno cura párroco del pueblo de Tlapacoyan, presbítero don Manuel R. de la villa, de la misma nacionalidad, se han asociado de esta manera a una obra en la que, como en todas aquellas que tienen por objeto la regeneración de los pueblos por medio del trabajo, no se reconocen nacionalidades ni categorías, debiendo todos los hombres contribuir a ellas con todas sus fuerzas donde quiera que puedan utilizarse.
»Hozase esta inauguración bajo la presidencia del estimable c. Manuel Mendoza Aguilar, presidente del ayuntamiento de la municipalidad de Tlapacoyan.
   
¡Dios conceda prosperidad a esta obra para bien de estas comarcas y satisfacción de su fundador y de sus descendientes!
»Ingenio de la palmilla, marzo 27 de 1874. -siguen muchas firmas».

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